EL GIRO LINGÜÍSTICO DEL SIGLO XX.
(Versión
2006 [1])
Tomás Austin M.
¿En qué consiste el “giro lingüístico del que habla
Echeverría en su libro?[1]
Como antecedente hay que establecer que desde
los tiempos de la Grecia clásica (los tiempos de los filósofos y escritores
griegos más importantes como Sócrates, Platón y Aristóteles), se había pensado
que el ser humano debe su razón de ser a su habilidad intelectual, a su
capacidad de pensar y razonar, de manera que a partir de esta habilidad los
seres humanos captan la realidad a su alrededor con su inteligencia y esto es
lo que comunican a otros. Este esquema
el lenguaje humano no es otra cosa que un medio –muy secundario en importancia—
que sólo sirve para comunicar, pero que no interviene en lo que se piensa ni en
la forma en que se capta la realidad.
Este fenómeno ha recibido varios nombres, en que, siendo lo mismo, la
diferencia de términos sólo destaca énfasis distintos en lo que se analiza:
dualidad mente-cuerpo o espíritu-materia, o sujeto-objeto[2]. En los inicios de la Edad Moderna Descartes,
con su dictum de “Pienso luego existo”,
volvió a legitimar esta forma de pensar, pero esta vez para constituir la
filosofía de los tiempos modernos, hasta el siglo XX. Por otro lado al lenguaje
sólo se le daba importancia a aquello que representara lo que Echeverría llama el lado asertivo del lenguaje, “la presuposición obstinada de que sólo tiene
interés teórico las expresiones que describen algún estado de cosas o un hecho
y que monopolizan la “virtud” de ser verdaderas o falsas”[3]
Lo que cambió en
el siglo XX es justamente la importancia que se le da al lenguaje en el origen
de nuestros actos, en primer lugar, y de cómo construimos nuestra convicción de
lo que es real a partir de ese mismo lenguaje, en segundo lugar.
Según Rafael
Echeverría, este cambio de importancia en el papel de lenguaje se inicia con
Nietzsche, continúa con Wittgenstein, sigue con Austin y luego con Searle. Veamos en breves palabras qué es lo que
aportó cada uno de ellos al giro lingüístico.
Friedrich Nietzsche, (1844 - 1900)[4]
Nietzsche
quiere proponer un hombre con una forma de pensar, de sentir y de actuar, que
supere al hombre de raigambre greco-cristiano de su tiempo (recuerde que
Nietzsche escribe en 1860 al 1890), al que él llama el superhombre. Por lo que busca qué es lo que sustentaba los
modos de pensamiento de su tiempo, Lo
encuentra en el lenguaje, si bien su filosofía no es una filosofía del
lenguaje.
Para Nietzsche,
las palabras tienen un desarrollo en su significación. Nacen, se desarrollan y mueren. Tienen una genealogía[5], así que su
significado no es único, estático o congelado en el tiempo.
El hombre no
describe exactamente lo que siente porque no puede expresar las esencias de los
fenómenos, sólo transmite sus impulsos, sus sensaciones, con las palabras que
tiene más a mano. Es decir, hace
retórica. Crea imágenes retóricas del
mundo para decir lo que siente.
Pero, además, debe
ayudarse de figuras o ideas que son parecidas a lo que siente, de
similitudes. El lenguaje es metafórico,
de descripciones, por eso es creativo, por su naturaleza misma.
Por eso es que los
conceptos son estructurados por el lenguaje.
La realidad se convierte en aquello que podemos decir solamente. Así que lo que creemos “conocer” es sólo lo
que podemos decir. El conocimientos se
hace, se constituye a través del lenguaje.
No podemos conocer aquello para lo que no tenemos lenguaje. Si nos percatamos de algo nuevo, lo hacemos
equivalente a algo conocido mediante la metáfora, o le inventamos una palabra nueva.
Sólo cuando nos
damos cuenta de esta trampa del lenguaje, podemos superarnos a nosotros mismos,
creando o adquiriendo un lenguaje que trascienda al ser humano (al hombre) que
hemos sido hasta ese momento.
Ludwig Wittgenstein, (1889-1951)
Wittgenstein fue
tan gran filósofo que propuso dos esquemas filosóficos distintos. La primera esta descrita en su Tractatus
Logicus Filosóficus (1918) llamado también del “Primer Wittgenstein”. Su
segunda propuesta filosófica está contenida en sus Investigaciones Filosóficas
(1952) y esta época de su producción es llamada del “Segundo Wittgenstein”. Ambas
propuestas filosóficas hablan del lugar del lenguaje en la vida humana. En el
Primer Wittgenstein hace una propuesta de lógica filosófica para crear un
lenguaje que pueda reflejar exactamente a la realidad para los postulados
científicos.
En el Segundo
Wittgenstein niega toda posibilidad a tal lenguaje y postula que sólo existe el
lenguaje de la vida cotidiana. Su
principal propuesta aquí es que vivimos en juegos de lenguaje. Por lo que
existen múltiples conjuntos de lenguaje particulares.
El lenguaje es
mucho más que darle nombre a las cosas y tampoco puede sustituir a las cosas
que nombra. Es decir, el significado correcto de los signos lingüístico no son
los objetos designados por ellos. Tampoco podemos crear modelos ideales o
lógicos para nombrar lo que sucede en la realidad (como el intento de crear un
lenguaje solamente científico), sino que es en la vida cotidiana donde deben
buscarse los significados que adquieren las palabras en la forma que un grupo
particular de hablantes las usan.
“El significado de una palabra es su uso en
el lenguaje” dice Wittgenstein, es decir, lo que hace al lenguaje es la
forma en que es usado y practicado en los diversos juegos, como dar ordenes,
informar, etc. La gente aprende a hablar viendo cómo hablan los demás en
relación con ciertas prácticas y formas de vida específicas, de manera que los
usos del lenguaje difieren --mucho o poco--
de un juego de lenguaje a otro y entre ellos solo hay un “aire de familia”. Por eso es que las palabras no pueden ser
entendidas fuera de la utilización que hacen de ellas los hablantes y ese uso
del lenguaje está en concordancia con las demás prácticas que ellos realizan.
El significado de las palabras es comprendido dentro de los juegos de lenguaje
de la comunidad a la que pertenecen y donde se los usa en forma práctica. Para
Wittgenstein “la expresión juego de
lenguaje debe poner de relieve aquí que hablar del lenguaje forma parte de una
actividad o de una forma de vida”.
Así, cada juego de lenguaje tienes sus propias reglas del juego, las que
son comprendidas solo por aquellos que lo practica porque así lo han pactado
sin darse cuenta, es decir, así lo ha consensuado y son estas normas las que le
dan sentido a lo que se dice porque
establecen cómo se usan las palabras en las oraciones[6].
Para Wittgenstein
el lenguaje consiste en mil juegos. El uso diario de las palabras genera todo y
cualquier sentido en el mundo. Cualquier significado y sentido de las cosas
siempre es relativo. Concibe la filosofía como terapia del espíritu, claridad
de pensamientos para alcanzar una paz en el pensar que desemboque en una serena
convivencia en soledad. En palabras del propio pensador: ''La filosofía es una praxis analítica y crítica del lenguaje, un estilo
de vida y de pensar, no una doctrina"[7].
Los juegos
lingüísticos se convierten así en el contexto de lo que se dice y se hace. O lo que es lo mismo, lo que se dice depende
de su contexto. Es decir, el significado
de una palabra depende de su uso en un ambiente particular, en un
contexto. Otra forma de ponerlo es decir
que el significado de las palabras esta referido a la acción, aun esto no haya
sido una expresión de Wittgenstein, pero que es algo sugerido por su filosofía,
sugerencia que tomará en cuenta J.L.Austin.
Ejercicio:
Identificar juegos de lenguaje en las actividades cotidianas.
Encontrar palabras que tienen distintos significados al ser
consideradas en juegos de lenguajes distintos.
John. L. Austin (1911 – 1960)
Estudió
y enseñó en Oxford, donde se destacó por la importancia que le concedió al
lenguaje ordinario.
Austin, “Siguiendo una argumentación con clara
afinidad con los argumentos de Wittgenstein, Austin llamó la atención sobre
aquellas expresiones en las que la distinción de verdad o falsedad deja de ser
pertinente. Así, por ejemplo, si alguien
dice “prometo que vendré”, no esta enunciando que está prometiendo, sino que
está haciendo una promesa. Austin llamó
a este tipo de expresiones “realizativas” en oposición a las expresiones
“constatativas” que son aquellas comprometidas en una función asertiva”[8].
Para Austin ambas
formas de expresión, realizativas y constatativas son acciones, o mas bien,
actos de habla. Así, emitir un juicio o
hacer una descripción es ejecutar un acto de habla tal como lo es hacer una
promesa o dar una orden. Pero aquí hay
algo más. Tradicionalmente la filosofía
había separado la teoría de la práctica, el conocer del hacer, pero en esta
proposición de Austin, tal dualidad desaparece porque el conocer y el hacer son
una misma cosa. No serían dos cosas distintas, sino dos dimensiones o enfoques
de la misma cosa. Una expresión
constatativa se sitúa en el lado del concoer, o de la teoría, mientras que las
expresiones realizativas se sitúan en la dimensión práctica, del hacer, de las
acciones.
Finalmente, Austin
hace distinciones para los actos de habla completos (¿la expresiones
realizativas?) . Cuando alguien dice algo es necesario distinguir entre:
El acto de decirlo,
que Austin llama el acto locucionario. “Es la acción de hablar, la producción de
decir algo. Es acto equivale a expresar
cierta oración con un cierto sentido y referencia, lo que a su vez, es
aproximadamente equivalente al significado en el sentido tradicional. Es un acto locutivo, por ejemplo la expresión
/Ella me dijo: ¡acompáñalo!/”[9]
El acto que
ejecutamos al decir algo y que denomina el acto ilocucionario (prometer,
afirmar, advertir, etc.), y por último. Es el que realizamos al decir algo, por
ejemplo: cantar, aconsejar, pedir, interrogar, explicar, ordenar,
amenazar. Podemos decir que realizar un
acto locucionario es, en general y por lo mismo, realizar un acto
ilocucionario, (…) es llevar a cabo un acto al decir algo, como cosa diferente
de realizar el acto de decir algo. La
fuerza elocutiva de un enunciado se manifiesta a través del verbo (llamado
preformativo), ya que cada vez que cuando hablamos, de un modo u otro
realizamos actos elocutivos, tales como informar, ordenar advertir, comprometerse,
etc., esto es, actos que tienen una cierta fuerza (convencional)[10]
El acto que
realizamos porque decimos algo y que llama el acto perlocucionario
(persuadir, asustar, entretener, asombrar, etc.)[11] Se refiere a los efectos del decir algo. Por ejemplo, la mamá que le dice al chico (/”Anda
a lavarte ahora mismo”/, realiza un acto lingüístico que consiste en una
locución (los términos dichos), una ilocución (una orden), y una perlocución
(la intención de la mamá de inducir al chico a lavarse). Decir algo producirá ciertas consecuencias o
efectos sobre los sentimientos, pensamientos o acciones del auditorio, o de
quien emite la expresión, o de otras personas.
Pero quede claro que “Existe una
diferencia entre lo que consideramos la producción real de efectos reales y lo
que consideramos como meras consecuencias convencionales”.[12]
Continúa diciendo
Zacchetto, quien ha realizado una de las mejores síntesis breves de la teoría
de Austin,
Austin observa que
la distinción entre estos tres tipo de acto lingüísticos es meramente teórica
porque en la práctica se usan mezclándolos simultáneamente. Lo cierto es que, en la práctica, la que
parece crear más dificultades es la distinción entre ilocuciones y
perlocuciones. En nuestro uso cotidiano,
va implícita la intención realizativa de lo que estamos diciendo, y, al mismo
tiempo, buscamos algún tipo de efecto de las palabras que emitimos. Pero es claro que lo que manifiesta el
carácter elocutivo o perlocutivo de un enunciado depende del contexto en que se
emite, referido a lugares y tiempos determinados.
Notemos la
relevancia que tienen estos conceptos en el momento de estudiar el lenguaje
ordinario, o cuando se analiza el que reproducen los medios de comunicación
social. Los tres aspectos del habla se
entretejen y manifiestan su fuerza de modo conjunto: los actos locutivos
muestran los contenidos semánticos de las palabras y enunciados, la dirección
elocutiva los amplían con sus operaciones de afirmar, amenazar, indagar, y
finalmente el lado perlocutivo señala las repercusiones que pueden producir
tales actos: serenidad, miedo, fuga, alegría, envidia, ira, compasión,
etc. Se trata, por lo tanto, de prestar
atención a la situación comunicativa en sus factores reguladores prácticos y
teñidos de contextualizad.
En conclusión, las
investigaciones de Austin sobre enunciados realizativos y su tricotomía de los
actos lingüísticos pusieron de manifiesto los vínculos existentes entre el
lenguaje y la acción. Esta idea fue un
innegable avance para la pragmática del lenguaje corriente[13].
De manera que
Wittgenstein había producido toda una reformulación al plantear que el lenguaje
debe examinarse como múltiples juegos donde el significado esta directamente
relacionado con el contexto de lo dicho.
Austin lo precisa más aun y establece hasta qué punto el lenguaje es la
acción por lo que “a partir del
planteamiento de Austin se produce una discusión sobre el sentido”[14] Así ya no es cosa de si algo es verdad o
mentira, sino de encontrarle el sentido a lo dicho.
John R. Searle (1932)
Según nos explica Searle, el hablar un
lenguaje es tomar parte en una forma de conducta gobernada por reglas por lo
que «aprender y dominar un lenguaje es aprender y haber dominado esas reglas»6 , y cuando se le pregunta a este
autor por la validez de sus afirmaciones, este nos señala que todo radica en el
hecho de su pertenencia a un orden específico del lenguaje, y el conocimiento
que de él se tiene, viene dado análogamente al ejemplo del jugador de béisbol.
El conocimiento está dado por el saber como se juega, lo cual significa la
internalización de una serie de reglas. Las reglas no pueden atentar en contra
del juego, porque aún siendo un libro de reglas que describe otras reglas en
contra de las reglas, sin duda se referirá a otro juego.
El lenguaje o el hablar un lenguaje consiste
en realizar actos de habla, y entre estos actos se encuentran el hacer
enunciados, dar órdenes, plantear pregunta, etc. Pero con una mayor abstracción
se pueden realizar actos como referir y predicar, y todos estos actos son
posibles porque se realizan de acuerdo con algunas reglas para el uso de
ciertos elementos lingüísticos.
Según Searle, el porqué del concentrarse en
el estudio de los actos de habla, radica en el hecho de que «toda comunicación lingüística incluye actos
lingüísticos», ya que la unidad de la comunicación lingüística no es el símbolo
o la oración, sino que su unidad radica en el hecho de la producción de los
mismos cuando se realiza un acto de habla. Por lo que Searle describe o define
al acto de habla como «unidades básicas o mínimas de la comunicación
lingüística»[15]
Para Searle lo que define el tipo
de acto de habla que se está ejecutando en cada momento no reside en el
significado de las oraciones que se utilizan, sino en lo que se haga con ellas,
es decir su compresión. Un mismo
enunciado, con un único significado, puede usarse para preguntar, afirmar,
ordenar etc. Si decimos "Hay que
estar aquí antes de las 9 horas" puedo estar dando una orden o
informando a alguien, por ejemplo a un inspector de trabajo que se ha
interesado por el horario de una empresa. Desde este punto de vista las
prescripciones son hechos, sucesos en el mundo.[16]
Según Searle hay
cinco tipos básicos de actos de habla. Y fijar este número de actos de habla
–en contraste con los supuestamente infinitos “juegos lingüísticos” de Wittgenstein-- es la contribución que
Searle le hace a la teoría general de la Filosofía del lenguaje.
Estos cinco tipos de actos de habla son:
Asertivos
o representativos: su propósito es representar un estado de cosas
como real. “En las que el orador se
compromete en diversos grados a que algo es el caso, vale decir, a la verdad de
la proposición expresada”[17]”
Compromisivos
o comisivas: su objeto es comprometer al hablante, en diversos
grados, con un curso de acción futuro.
Directivos: su
objeto es comprometer al oyente con un curso de acción futura. Que el oyente
haga algo. Estas incluyen tanto
preguntas, que procura que el oyente haga un acto de habla representativo, como
órdenes, que procuran que el oyente lleve a cabo un acto lingüístico o no
lingüístico.
Declarativos: su
propósito es crear una situación nueva. “Establecen
una correspondencia entre el contenido proposicional del acto de habla y la
realidad. Estas poseen en modo
manifiesto el rasgo de constituir la realidad como sucede, por ejemplo, cuando
el oficial civil expresa “Os declaro marido y mujer”, o cuando el árbitro
expresa “doy por terminado el partido”, o el juez señala “El veredicto es
inocente”, etc.”[18]
Expresivos: sirven
para manifestar sentimientos y actitudes del hablante. “Manifiestan un determinado estado
psicológico sobre una determinada situación.
Entre ellas se incluyen, por ejemplo, actos de habla como el disculparse
o la alabanza.”[19]
Según nos explica Echeverría, Searle
distingue dos direcciones fundamentales de correspondencia entre las palabras y
el mundo. Por un lado, lo que llama, la
dirección “de la palabra al mundo”, donde las expresiones deben corresponder
con el mundo, como en el caso de las expresiones representativas. Por otro lado, la dirección “del mundo a la
palabra”, en las que existe una petición o promesa de modificar el mundo de
acuerdo a lo expresado, como por ejemplo, en las expresiones comitivas o
directivas.
Finalmente Searle cuestiona
la afirmación de Wittgenstein en el sentido de que existe un número infinito de
juegos lingüísticos o de usos del lenguaje.
Adoptando la perspectiva utilizada en su análisis sobre los puntos
ilocucionarios, se descubre que con el lenguaje sólo es posible hacer un número
limitado de cosas:
·
le decimos a otros cómo son las cosas,
·
procuramos que hagan cosas,
·
nos comprometemos a hacer cosas,
·
expresamos nuestros sentimientos y actitudes y,
Finalmente tenemos:
[1] La expresión “Giro lingüístico” aparece
diversos autores: Rafael Echeverría: “Este
proceso ha sido llamado “el giro lingüístico”, pues el lenguaje pareciera haber
tomado el lugar de privilegio que, por siglos, ocupara la razón.”,
Ontología del Lenguaje, Dolmen, Santiago, 1994, Pág. 27; Oscar Daniel Alarcón, Justo, Nietzsche y el
problema del lenguaje, http://www.monografias.com/trabajos15/nietzsche-lenguaje/nietzsche-lenguaje.shtml
p. 13, (Leído Julio 2004)
[2] Ver, John Searle, MENTES, CEREBROS Y CIENCIA,
Cátedra, 1990, especialmente el Cáp. 1: “El problema mente-cuerpo”
[3] Rafael Echeverría, El Búho de Minerva, PIIE, 1988,
Pág. 234.
[4] La parte referida a Nietzsche es sólo un brevísimo
resumen de Oscar Daniel Alarcón Justo, citado.
[6] Tomado de Javier R. Alegre, “La filosofía en Wittgenstein”. O la necesidad de la escalera” http://hum.unne.edu.ar/filosofia/Witt.htm,
y Domingo Araya, “Wittgenstein y la Filosofía del Lenguaje”, en
[7] José Cueli, “Wittgenstein: Juegos de Lenguaje” http://www.lainsignia.org/2001/mayo/cul_021.htm
Leído 5/2003.- Ver también Santos Ochoa
Torres, “Wittgenstein. Los juegos del lenguaje y sus
reglas”, en http://www.ideasapiens.com/autores/Wittgenstein/juegos_%20lenguaje_%20y%20sus%20reglas_.htm
[8] Echeverría, citado,
Pág. 235.
[9]
Victorino Zacchetto, La danza de los signos, La Crujía, Bs. As., 1999,
página184.
[10] Op.
cit.
[11] Echeverría, ciado,
Pág. 236.
[12]
Victorino Zecchetto, Op. cit.
[13] Zacchetto, diatod, Pág. 186.
[14] Echeverría, citado, Pág. 237.
[15] Texto tomado de
Martín Ríos L. “Algunos elementos de los actos de habla de John R.
Searle” http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0716-58112001001300020&script=sci_arttext&tlng=es Leído Agosto 2004.
[16] Jesús G. de Pablos
Velasco, Actos de habla y Derecho http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/A/actosdehabla.htm Leído: Agosto 2004.
[17]
Rafael Echeverría, 1988, Pág. 239.
[18]
Rafael Echeverría, op.cit.
[19]
Rafael Echeverría, op.cit.
[20]
Rafael Echeverría, citado, Pág. 240.
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