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domingo, 5 de abril de 2020


EL GIRO LINGÜÍSTICO DEL SIGLO XX.

 (Versión 2006 [1])
Tomás Austin M. 


¿En qué consiste el “giro lingüístico del que habla Echeverría en su libro?[1]

Como antecedente hay que establecer que desde los tiempos de la Grecia clásica (los tiempos de los filósofos y escritores griegos más importantes como Sócrates, Platón y Aristóteles), se había pensado que el ser humano debe su razón de ser a su habilidad intelectual, a su capacidad de pensar y razonar, de manera que a partir de esta habilidad los seres humanos captan la realidad a su alrededor con su inteligencia y esto es lo que comunican a otros.  Este esquema el lenguaje humano no es otra cosa que un medio –muy secundario en importancia— que sólo sirve para comunicar, pero que no interviene en lo que se piensa ni en la forma en que se capta la realidad.  Este fenómeno ha recibido varios nombres, en que, siendo lo mismo, la diferencia de términos sólo destaca énfasis distintos en lo que se analiza: dualidad mente-cuerpo o espíritu-materia, o sujeto-objeto[2].  En los inicios de la Edad Moderna Descartes, con su dictum de “Pienso luego existo”, volvió a legitimar esta forma de pensar, pero esta vez para constituir la filosofía de los tiempos modernos, hasta el siglo XX. Por otro lado al lenguaje sólo se le daba importancia a aquello que representara lo que Echeverría llama el lado asertivo del lenguaje, “la presuposición obstinada de que sólo tiene interés teórico las expresiones que describen algún estado de cosas o un hecho y que monopolizan la “virtud” de ser verdaderas o falsas[3]
Lo que cambió en el siglo XX es justamente la importancia que se le da al lenguaje en el origen de nuestros actos, en primer lugar, y de cómo construimos nuestra convicción de lo que es real a partir de ese mismo lenguaje, en segundo lugar.
Según Rafael Echeverría, este cambio de importancia en el papel de lenguaje se inicia con Nietzsche, continúa con Wittgenstein, sigue con Austin y luego con Searle.  Veamos en breves palabras qué es lo que aportó cada uno de ellos al giro lingüístico.

Friedrich Nietzsche, (1844 - 1900)[4]

            Nietzsche quiere proponer un hombre con una forma de pensar, de sentir y de actuar, que supere al hombre de raigambre greco-cristiano de su tiempo (recuerde que Nietzsche escribe en 1860 al 1890), al que él llama el superhombre.  Por lo que busca qué es lo que sustentaba los modos de pensamiento de su tiempo,  Lo encuentra en el lenguaje, si bien su filosofía no es una filosofía del lenguaje.
Para Nietzsche, las palabras tienen un desarrollo en su significación.  Nacen, se desarrollan y mueren.  Tienen una genealogía[5], así que su significado no es único, estático o congelado en el tiempo.
El hombre no describe exactamente lo que siente porque no puede expresar las esencias de los fenómenos, sólo transmite sus impulsos, sus sensaciones, con las palabras que tiene más a mano.  Es decir, hace retórica.  Crea imágenes retóricas del mundo para decir lo que siente.
Pero, además, debe ayudarse de figuras o ideas que son parecidas a lo que siente, de similitudes.  El lenguaje es metafórico, de descripciones, por eso es creativo, por su naturaleza misma.
Por eso es que los conceptos son estructurados por el lenguaje.  La realidad se convierte en aquello que podemos decir solamente.  Así que lo que creemos “conocer” es sólo lo que podemos decir.  El conocimientos se hace, se constituye a través del lenguaje.  No podemos conocer aquello para lo que no tenemos lenguaje.  Si nos percatamos de algo nuevo, lo hacemos equivalente a algo conocido mediante la metáfora, o le inventamos una palabra nueva.
Sólo cuando nos damos cuenta de esta trampa del lenguaje, podemos superarnos a nosotros mismos, creando o adquiriendo un lenguaje que trascienda al ser humano (al hombre) que hemos sido hasta ese momento.

Ludwig Wittgenstein, (1889-1951)

Wittgenstein fue tan gran filósofo que propuso dos esquemas filosóficos distintos.  La primera esta descrita en su Tractatus Logicus Filosóficus (1918) llamado también del “Primer Wittgenstein”.  Su segunda propuesta filosófica está contenida en sus Investigaciones Filosóficas (1952) y esta época de su producción es llamada del “Segundo Wittgenstein”.  Ambas propuestas filosóficas hablan del lugar del lenguaje en la vida humana. En el Primer Wittgenstein hace una propuesta de lógica filosófica para crear un lenguaje que pueda reflejar exactamente a la realidad para los postulados científicos. 
En el Segundo Wittgenstein niega toda posibilidad a tal lenguaje y postula que sólo existe el lenguaje de la vida cotidiana.  Su principal propuesta aquí es que vivimos en juegos de lenguaje. Por lo que existen múltiples conjuntos de lenguaje particulares. 
El lenguaje es mucho más que darle nombre a las cosas y tampoco puede sustituir a las cosas que nombra. Es decir, el significado correcto de los signos lingüístico no son los objetos designados por ellos. Tampoco podemos crear modelos ideales o lógicos para nombrar lo que sucede en la realidad (como el intento de crear un lenguaje solamente científico), sino que es en la vida cotidiana donde deben buscarse los significados que adquieren las palabras en la forma que un grupo particular de hablantes las usan.
El significado de una palabra es su uso en el lenguaje” dice Wittgenstein, es decir, lo que hace al lenguaje es la forma en que es usado y practicado en los diversos juegos, como dar ordenes, informar, etc. La gente aprende a hablar viendo cómo hablan los demás en relación con ciertas prácticas y formas de vida específicas, de manera que los usos del lenguaje difieren --mucho o poco--  de un juego de lenguaje a otro y entre ellos solo hay un “aire de familia”.  Por eso es que las palabras no pueden ser entendidas fuera de la utilización que hacen de ellas los hablantes y ese uso del lenguaje está en concordancia con las demás prácticas que ellos realizan. El significado de las palabras es comprendido dentro de los juegos de lenguaje de la comunidad a la que pertenecen y donde se los usa en forma práctica. Para Wittgenstein “la expresión juego de lenguaje debe poner de relieve aquí que hablar del lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida”.  Así, cada juego de lenguaje tienes sus propias reglas del juego, las que son comprendidas solo por aquellos que lo practica porque así lo han pactado sin darse cuenta, es decir, así lo ha consensuado y son estas normas las que le dan sentido  a lo que se dice porque establecen cómo se usan las palabras en las oraciones[6].
Para Wittgenstein el lenguaje consiste en mil juegos. El uso diario de las palabras genera todo y cualquier sentido en el mundo. Cualquier significado y sentido de las cosas siempre es relativo. Concibe la filosofía como terapia del espíritu, claridad de pensamientos para alcanzar una paz en el pensar que desemboque en una serena convivencia en soledad. En palabras del propio pensador: ''La filosofía es una praxis analítica y crítica del lenguaje, un estilo de vida y de pensar, no una doctrina"[7].
Los juegos lingüísticos se convierten así en el contexto de lo que se dice y se hace.  O lo que es lo mismo, lo que se dice depende de su contexto.  Es decir, el significado de una palabra depende de su uso en un ambiente particular, en un contexto.  Otra forma de ponerlo es decir que el significado de las palabras esta referido a la acción, aun esto no haya sido una expresión de Wittgenstein, pero que es algo sugerido por su filosofía, sugerencia que tomará en cuenta J.L.Austin.
Ejercicio:
Identificar juegos de lenguaje en las actividades cotidianas.
Encontrar palabras que tienen distintos significados al ser consideradas en juegos de lenguajes distintos.

John. L. Austin (1911 – 1960)

Estudió y enseñó en Oxford, donde se destacó por la importancia que le concedió al lenguaje ordinario.
Austin, “Siguiendo una argumentación con clara afinidad con los argumentos de Wittgenstein, Austin llamó la atención sobre aquellas expresiones en las que la distinción de verdad o falsedad deja de ser pertinente.  Así, por ejemplo, si alguien dice “prometo que vendré”, no esta enunciando que está prometiendo, sino que está haciendo una promesa.  Austin llamó a este tipo de expresiones “realizativas” en oposición a las expresiones “constatativas” que son aquellas comprometidas en una función asertiva[8].
Para Austin ambas formas de expresión, realizativas y constatativas son acciones, o mas bien, actos de habla.  Así, emitir un juicio o hacer una descripción es ejecutar un acto de habla tal como lo es hacer una promesa o dar una orden.  Pero aquí hay algo más.  Tradicionalmente la filosofía había separado la teoría de la práctica, el conocer del hacer, pero en esta proposición de Austin, tal dualidad desaparece porque el conocer y el hacer son una misma cosa. No serían dos cosas distintas, sino dos dimensiones o enfoques de la misma cosa.  Una expresión constatativa se sitúa en el lado del concoer, o de la teoría, mientras que las expresiones realizativas se sitúan en la dimensión práctica, del hacer, de las acciones.
Finalmente, Austin hace distinciones para los actos de habla completos (¿la expresiones realizativas?) . Cuando alguien dice algo es necesario distinguir entre:
El acto de decirlo, que Austin llama el acto locucionario.  “Es la acción de hablar, la producción de decir algo.  Es acto equivale a expresar cierta oración con un cierto sentido y referencia, lo que a su vez, es aproximadamente equivalente al significado en el sentido tradicional.  Es un acto locutivo, por ejemplo la expresión /Ella me dijo: ¡acompáñalo!/”[9]
El acto que ejecutamos al decir algo y que denomina el acto ilocucionario (prometer, afirmar, advertir, etc.), y por último. Es el que realizamos al decir algo, por ejemplo: cantar, aconsejar, pedir, interrogar, explicar, ordenar, amenazar.  Podemos decir que realizar un acto locucionario es, en general y por lo mismo, realizar un acto ilocucionario, (…) es llevar a cabo un acto al decir algo, como cosa diferente de realizar el acto de decir algo.  La fuerza elocutiva de un enunciado se manifiesta a través del verbo (llamado preformativo), ya que cada vez que cuando hablamos, de un modo u otro realizamos actos elocutivos, tales como informar, ordenar advertir, comprometerse, etc., esto es, actos que tienen una cierta fuerza (convencional)[10]
El acto que realizamos porque decimos algo y que llama el acto perlocucionario (persuadir, asustar, entretener, asombrar, etc.)[11]  Se refiere a los efectos del decir algo.  Por ejemplo, la mamá que le dice al chico (/”Anda a lavarte ahora mismo”/, realiza un acto lingüístico que consiste en una locución (los términos dichos), una ilocución (una orden), y una perlocución (la intención de la mamá de inducir al chico a lavarse).  Decir algo producirá ciertas consecuencias o efectos sobre los sentimientos, pensamientos o acciones del auditorio, o de quien emite la expresión, o de otras personas.  Pero quede claro que “Existe una diferencia entre lo que consideramos la producción real de efectos reales y lo que consideramos como meras consecuencias convencionales”.[12]
Continúa diciendo Zacchetto, quien ha realizado una de las mejores síntesis breves de la teoría de Austin,
Austin observa que la distinción entre estos tres tipo de acto lingüísticos es meramente teórica porque en la práctica se usan mezclándolos simultáneamente.  Lo cierto es que, en la práctica, la que parece crear más dificultades es la distinción entre ilocuciones y perlocuciones.  En nuestro uso cotidiano, va implícita la intención realizativa de lo que estamos diciendo, y, al mismo tiempo, buscamos algún tipo de efecto de las palabras que emitimos.  Pero es claro que lo que manifiesta el carácter elocutivo o perlocutivo de un enunciado depende del contexto en que se emite, referido a lugares y tiempos determinados.
Notemos la relevancia que tienen estos conceptos en el momento de estudiar el lenguaje ordinario, o cuando se analiza el que reproducen los medios de comunicación social.  Los tres aspectos del habla se entretejen y manifiestan su fuerza de modo conjunto: los actos locutivos muestran los contenidos semánticos de las palabras y enunciados, la dirección elocutiva los amplían con sus operaciones de afirmar, amenazar, indagar, y finalmente el lado perlocutivo señala las repercusiones que pueden producir tales actos: serenidad, miedo, fuga, alegría, envidia, ira, compasión, etc.  Se trata, por lo tanto, de prestar atención a la situación comunicativa en sus factores reguladores prácticos y teñidos de contextualizad.
En conclusión, las investigaciones de Austin sobre enunciados realizativos y su tricotomía de los actos lingüísticos pusieron de manifiesto los vínculos existentes entre el lenguaje y la acción.  Esta idea fue un innegable avance para la pragmática del lenguaje corriente[13].
De manera que Wittgenstein había producido toda una reformulación al plantear que el lenguaje debe examinarse como múltiples juegos donde el significado esta directamente relacionado con el contexto de lo dicho.  Austin lo precisa más aun y establece hasta qué punto el lenguaje es la acción por lo que “a partir del planteamiento de Austin se produce una discusión sobre el sentido[14]  Así ya no es cosa de si algo es verdad o mentira, sino de encontrarle el sentido a lo dicho.

John R. Searle (1932)

Según nos explica Searle, el hablar un lenguaje es tomar parte en una forma de conducta gobernada por reglas por lo que «aprender y dominar un lenguaje es aprender y haber dominado esas reglas»6 , y cuando se le pregunta a este autor por la validez de sus afirmaciones, este nos señala que todo radica en el hecho de su pertenencia a un orden específico del lenguaje, y el conocimiento que de él se tiene, viene dado análogamente al ejemplo del jugador de béisbol. El conocimiento está dado por el saber como se juega, lo cual significa la internalización de una serie de reglas. Las reglas no pueden atentar en contra del juego, porque aún siendo un libro de reglas que describe otras reglas en contra de las reglas, sin duda se referirá a otro juego.
El lenguaje o el hablar un lenguaje consiste en realizar actos de habla, y entre estos actos se encuentran el hacer enunciados, dar órdenes, plantear pregunta, etc. Pero con una mayor abstracción se pueden realizar actos como referir y predicar, y todos estos actos son posibles porque se realizan de acuerdo con algunas reglas para el uso de ciertos elementos lingüísticos.
Según Searle, el porqué del concentrarse en el estudio de los actos de habla, radica en el hecho de que «toda comunicación lingüística incluye actos lingüísticos», ya que la unidad de la comunicación lingüística no es el símbolo o la oración, sino que su unidad radica en el hecho de la producción de los mismos cuando se realiza un acto de habla. Por lo que Searle describe o define al acto de habla como «unidades básicas o mínimas de la comunicación lingüística»[15]
Para Searle lo que define el tipo de acto de habla que se está ejecutando en cada momento no reside en el significado de las oraciones que se utilizan, sino en lo que se haga con ellas, es decir su compresión.  Un mismo enunciado, con un único significado, puede usarse para preguntar, afirmar, ordenar etc. Si decimos "Hay que estar aquí antes de las 9 horas" puedo estar dando una orden o informando a alguien, por ejemplo a un inspector de trabajo que se ha interesado por el horario de una empresa. Desde este punto de vista las prescripciones son hechos, sucesos en el mundo.[16]
Según Searle hay cinco tipos básicos de actos de habla. Y fijar este número de actos de habla –en contraste con los supuestamente infinitos “juegos lingüísticos” de Wittgenstein-- es la contribución que Searle le hace a la teoría general de la Filosofía del lenguaje.
Estos cinco tipos de actos de habla son:
Asertivos o representativos: su propósito es representar un estado de cosas como real. “En las que el orador se compromete en diversos grados a que algo es el caso, vale decir, a la verdad de la proposición expresada[17]
Compromisivos o comisivas: su objeto es comprometer al hablante, en diversos grados, con un curso de acción futuro.
Directivos: su objeto es comprometer al oyente con un curso de acción futura. Que el oyente haga algo.  Estas incluyen tanto preguntas, que procura que el oyente haga un acto de habla representativo, como órdenes, que procuran que el oyente lleve a cabo un acto lingüístico o no lingüístico.
Declarativos: su propósito es crear una situación nueva. “Establecen una correspondencia entre el contenido proposicional del acto de habla y la realidad.  Estas poseen en modo manifiesto el rasgo de constituir la realidad como sucede, por ejemplo, cuando el oficial civil expresa “Os declaro marido y mujer”, o cuando el árbitro expresa “doy por terminado el partido”, o el juez señala “El veredicto es inocente”, etc.”[18]
Expresivos: sirven para manifestar sentimientos y actitudes del hablante.  “Manifiestan un determinado estado psicológico sobre una determinada situación.  Entre ellas se incluyen, por ejemplo, actos de habla como el disculparse o la alabanza.”[19]
Según nos explica Echeverría, Searle distingue dos direcciones fundamentales de correspondencia entre las palabras y el mundo.  Por un lado, lo que llama, la dirección “de la palabra al mundo”, donde las expresiones deben corresponder con el mundo, como en el caso de las expresiones representativas.  Por otro lado, la dirección “del mundo a la palabra”, en las que existe una petición o promesa de modificar el mundo de acuerdo a lo expresado, como por ejemplo, en las expresiones comitivas o directivas.
Finalmente Searle cuestiona la afirmación de Wittgenstein en el sentido de que existe un número infinito de juegos lingüísticos o de usos del lenguaje.  Adoptando la perspectiva utilizada en su análisis sobre los puntos ilocucionarios, se descubre que con el lenguaje sólo es posible hacer un número limitado de cosas:
·         le decimos a otros cómo son las cosas,
·         procuramos que hagan cosas,
·         nos comprometemos a hacer cosas,
·         expresamos nuestros sentimientos y actitudes y,
·         acometemos cambios mediante nuestras expresiones[20].
Finalmente tenemos:





[1] Iniciado 2004 
[1] La expresión “Giro lingüístico” aparece diversos autores: Rafael Echeverría: “Este proceso ha sido llamado “el giro lingüístico”, pues el lenguaje pareciera haber tomado el lugar de privilegio que, por siglos, ocupara la razón.”, Ontología del Lenguaje, Dolmen, Santiago, 1994, Pág. 27;  Oscar Daniel Alarcón, Justo, Nietzsche y el problema del lenguaje, http://www.monografias.com/trabajos15/nietzsche-lenguaje/nietzsche-lenguaje.shtml p. 13, (Leído Julio 2004)
[2] Ver, John Searle, MENTES, CEREBROS Y CIENCIA, Cátedra, 1990, especialmente el Cáp. 1: “El problema mente-cuerpo”
[3] Rafael Echeverría, El Búho de Minerva, PIIE, 1988, Pág. 234.
[4] La parte referida a Nietzsche es sólo un brevísimo resumen de Oscar Daniel Alarcón Justo, citado.
[5] De lo cual después Michel Foucault deducirá su “Genealogía del saber”
[6] Tomado de Javier R. Alegre, “La filosofía en Wittgenstein”.  O la necesidad de la escalera” http://hum.unne.edu.ar/filosofia/Witt.htm, y Domingo Araya, “Wittgenstein y la Filosofía del Lenguaje”, en
[7] José Cueli, “Wittgenstein: Juegos de Lenguajehttp://www.lainsignia.org/2001/mayo/cul_021.htm Leído 5/2003.-  Ver también Santos Ochoa Torres, “Wittgenstein. Los juegos del lenguaje y sus reglas”, en  http://www.ideasapiens.com/autores/Wittgenstein/juegos_%20lenguaje_%20y%20sus%20reglas_.htm  
[8] Echeverría, citado, Pág. 235.
[9] Victorino Zacchetto, La danza de los signos, La Crujía, Bs. As., 1999, página184.
[10] Op. cit.
[11] Echeverría, ciado, Pág. 236.
[12] Victorino Zecchetto, Op. cit.
[13] Zacchetto, diatod, Pág. 186.
[14] Echeverría, citado, Pág. 237.

[15] Texto tomado de Martín Ríos L. Algunos elementos de los actos de habla de John R. Searlehttp://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0716-58112001001300020&script=sci_arttext&tlng=es   Leído Agosto 2004.

[16] Jesús G. de Pablos Velasco, Actos de habla y Derecho  http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/A/actosdehabla.htm  Leído: Agosto 2004.
[17] Rafael Echeverría, 1988, Pág. 239.
[18] Rafael Echeverría, op.cit.
[19] Rafael Echeverría, op.cit.
[20] Rafael Echeverría, citado, Pág. 240.